Olga es amiga, militante de la no violencia, enteramente entregada a la causa de los oprimidos. Por mucho tiempo ha sido perseguida por las fuerzas de extrema derecha de su país y despreciada por
Los 300 desaparecidos de Ledesma
Estamos en
En 1976, conchabada con la dictadura militar de Rafael Videla, esa empresa - que es como un Estado dentro del Estado - hace "desaparecer" a más de 300 personas, estimándolas como una seria amenaza para sus intereses. Porque promover los derechos más elementales de los humildes trabajadores de una empresa como la de Ledesma representa efectivamente un peligro bien grande… Estas personas, por lo tanto, volverán a la luz del día al cabo de diez años de bajada a los infiernos. 30 de ellas, sin embargo, no volverán nunca. Entre ellas, Luis Aredez, médico pediatra, padre de cuatro hijos, marido de Olga.
El Dr. Aredez
En su trabajo con los más pobres, el Dr. Aredez queda espantado por el estado avanzado de desnutrición y de total abandono de un enorme número de niños de los zafreros y otros trabajadores de la empresa. Elegido intendente de Ledesma en 1976, lanza enseguida un programa para enderezar esa situación escandalosa. Pero, para financiar el proyecto, al flamante intendente no se le ocurre mejor idea que cobrarle un impuesto mínimo a la compañía azucarera. Semejante atrevimiento jamás se había visto en toda la historia de la municipalidad, porque legalmente la empresa es dueña del pueblo y es como la madre de los que trabajan para ella. Ingratitud y desacato fueron los crímenes del Dr. Aredez. Inmediatamente es fichado de comunista y, sin otro juicio, pasa a ser uno más de los 30.000 desaparecidos de Argentina.
Sola frente a Goliat
Tapándose la cabeza con el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo, y sin otra arma que un cartel que lleva las fotos de su marido y de los otros 30 desaparecidos de su ciudad, Olga Aredez emprende entonces su larga marcha contra el "imperio" Ledesma. Y también en contra de todo cuanto se le asemeja en el mundo. Con una dignidad de estatua griega y una pasión sin límites por la verdad y la justicia, reclama que la luz se haga sobre las desapariciones de su marido y de los otros. Pide que los culpables, que son bien conocidos en el medio y que en toda libertad se la pasan linda gracias a jugosas pensiones del Estado, sean llevados a los tribunales y reciban los castigos contemplados por la ley.
Pero, aterrorizados por el "imperio" azucarero, los habitantes de Ledesma quedan encerrados en sus casas y dejan a Olga completamente sola en la lucha. Ella, lejos de desanimarse, cada jueves que esté en el pueblo, y a la misma hora, hace su ronda de protesta pacífica por la plaza; a veces un perro vago se arriesga a acompañarla. Al mismo tiempo que entre amenazas, insultos y toda clase de acosos se gana la vida como odontóloga, se la ve caminando en el barro de los barrios populares para acompañar a la gente de la base, participando de sus organizaciones, asesorándola, apoyando en particular a los desocupados y a las comunidades indígenas. Se la ve en las escuelas haciendo descubrir a los jóvenes la verdadera historia de su pueblo y abriéndoles la mente a valores distintos de los que el sistema les vende. No se pierde tampoco un solo foro social internacional del altermundialismo. Allí donde se lucha por los Derechos y la dignidad de la persona humana y se reflexiona sobre cómo parir un mundo que sea viable para las mujeres, los indígenas, los desocupados y todo cuanto hay de marginados bajo el cielo, allí está Olga.
El "bagazo"
El "bagazo" es el bacilo de la caña de azúcar que, día y noche y desde hace más de un siglo, las chimeneas del “imperio” escupen sobre Ledesma. No se cuentan las víctimas de esa contaminación que siempre ha sido denegada por la empresa y por los médicos contratados por ella. Por más que Olga se desviva para que se pongan filtros a las chimeneas asesinas, nada le hace, y ahora le toca a ella sufrir en carne propia las consecuencias de tan cruel insensibilidad. En julio de 2003, en una de las mejores clínicas de Córdoba se le diagnostica la presencia en los pulmones de un tumor provocado por el bagazo. Una muy delicada operación se impone sin demora, pero, como el corazón da señales de socorro, la operación se posterga. Unos días en terapia intensiva parecen haber restablecido las condiciones para pasar a la operación, pero Olga tiene otros planes y decide dejar el hospital. La está esperando en Ledesma una cita sagrada que por nada en el mundo se va a perder. Los médicos y familiares ponen el grito en el cielo, hablan de suicidio, intentan por todos los medios disuadirla, pero Olga ya está en el camino de vuelta a la ciudad del bagazo. En ese lugar hace un calor como en ninguna otra parte del mundo, y sin embargo, a la cabeza de 3.000 manifestantes venidos de los cuatro ángulos del país para conmemorar con ella la siniestra Noche de los Apagones en que la empresa azucarera hizo desaparecer a su marido y a más de otras 300 personas, Olga recorre a pie
A cuatro patas
Que ese esfuerzo sobrehumano no la haya matado es un milagro, pero nadie piensa que haya ayudado a mejorarle la salud. Olga lo sabe y se apresura en hacer la valija para volver al hospital de Córdoba. Está por salir cuando se entera de que, en ese mismo día, el nuevo Presidente del país va a llegar a Jujuy para una visita relámpago. Olga se olvida enseguida del hospital, salta en su coche y a toda velocidad se dirige a
Al llegar cerca del edificio donde el Presidente está por llegar, Olga se topa con una muchedumbre compacta que le impide avanzar. En el bullicio pierde a su compañera. No se detiene por ello y mal que mal se abre paso a codazos. Unos nostálgicos de la dictadura que han divisado su pañuelo blanco, la inundan de injurias. Como lo han hecho durante 27 años, le gritan de todo: ¡"Loca!" ¡Comunista! ¡Traidora a la patria! ¡Vendida!"…
Curtida contra los insultos, Olga no hace caso y forcejea aún más para llegar hasta la casa. Pero de pronto choca con un cordón de policías armados hasta los dientes que le oponen una verdadera muralla. Ella les suplica que la dejen pasar, pero la muralla no se mueve. Entonces, sin más rodeos, Olga se tira al suelo y como un perrito se cuela entre las botas de los guardias, pegando gritos de muerte. La misma muchedumbre se asusta. De pronto Olga reconoce a un Ministro sobre la tribuna y lo llama por su nombre. El ministro sorprendido la reconoce también y va a correr en su ayuda cuando aparece el Presidente. El Ministro le susurra una palabra al oído y es el Presidente quien acude hacia Olga, la ayuda a levantarse, la abraza y le dice: “Quédese tranquila, señora, soy uno de ustedes”.
Se imaginarán la emoción. En lágrimas Olga entrega su famosa nota en que le pide al Presidente que autorice el acceso público a los archivos de la represión en
(No puedo dejar de mencionarlo, esa anécdota me recuerda a aquella mujer cananea que a gritos logra acercarse a Jesús, se tira a sus pies y, para arrancarle el favor que quería de él, le dice con una sencillez desarmante: “También los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”… Mt 15, 21-28).
El sol de noche
En Buenos Aires, algunos días después de este acontecimiento, se estrena un documental sobre Olga. Tiene como título: "Sol de noche". Dicho sol es ella naturalmente, pero Olga no está allí en esa noche de estreno. Acaba de internarse otra vez en el hospital. Su estado es de lo más grave. Los médicos dudan. Se cree que el fin se acerca. Por unos interminables días la vida y la muerte libran en Olga una verdadera batalla. Pero, sorpresivamente, de a poco la vida logra ventaja y, de pronto, se estima que se puede arriesgar la operación. Antes de pasar al acto, el cirujano le pregunta a Olga qué piensa hacer si logra salir de ese trance. Ella le contesta con picardía: "Voy a seguir peleando al lado de los desocupados". El médico sonríe, persuadido de que ese mal no tiene remedio.
La operación es un éxito. Olga sorprende a todo el mundo saliendo de terapia intensiva seis días antes de lo previsto y acortando de dos semanas su estadía en el hospital.
Lo peor ha sido evitado. Pero por el momento solamente, porque el tumor se ha revelado canceroso.
No importa. Luego de una convalecencia sin problemas, Olga vuelve a sus actividades como si nada.
Final o comienzo
Pero, al cabo de un año y medio, el cáncer se reactiva. No hay más esperanza. 27 años de lucha contra viento y marea, en soledad y en solidaridad y con una fe inquebrantable en lo imposible, han llegado a su término. Olga entra en la eternidad con toda su belleza de estatua griega, llevando en su corazón la carta de toda una vida convertida en su solo grito por la verdad y la justicia y por la liberación de todos los oprimidos del mundo.